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El pañuelo

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El pañuelo se convirtió en un objeto de lujo. Y tal era su relevancia que aparece en la imagen esculpida de una princesa, en el díptico de Monza, así como en el vaso, cuyo motivo central es el retrato de un prefecto de la annonna. A veces, se colocaba en el antebrazo izquierdo, como en la tumba de aquella mujer galorromana, llamada Senobena, encontrada en el cementerio de Tavaux, en la región francesa del Jura.

El pañuelo, de bolsillo o de mano, fue desconocido en la antigüedad en pleno siglo de Pericles, de acuerdo a la referencia que al respecto incluye Aristófanes, en su comedia Los Caballeros.

Por sus materiales y esmero en la confección adquirieron un precio tal, que hubo quienes se dedicaban a robarlos.

Se hizo célebre un epigrama de Catula, dirigido a un ladrón, que se apoderaba de esta prenda en medio de multitudes.

La egipcias y turcas se enjugaban el sudor del rostro y de las palmas de sus manos y sólo empleaban pañuelos con tal objetivo, sin dedicarlos a la limpieza de las fosas nasales. Sonarse la nariz en aquella época era un signo evidente de mal gusto, por lo cual utilizaban sus dedos.

También el pañuelo se incluye en los bajorrelieves asirios y persas, en escenas donde un oficial lo usaba como espantamoscas del rey. Rabelais se refiere a este uso y lo llama, indistintamente, esmouchoirs mouschenez. Se supone que estas palabras hayan evolucionado a partir de la voz mouche (mosca), por lo cual no sería muy aventurado encontrar en ella su etimología.

No obstante también se habla de que el el pañuelo  fue inventado por una bella mujer veneciana, de la que, desgraciadamente, se ignora el nombre. Esto fue hace ya cuatro siglos. Anteriormente, las damas, incluso las más celebres y las más distinguidas, se sonaban con los dedos. La bella Veneciana encontraba el gesto poco elegante, y, para evitarlo, se servía de un ligero tejido, adornado de puntilla, que ella denominó Fazzoletto (moquero). 

Toda la Italia femenina acogió el Fazzoletto con entusiasmo. Después, Catalina de Médicis y su corte de honor lo introdujeron en Francia.

Al principio, únicamente los grandes señores y personas de categoría lo poseían, pues no se hacían más que con tejidos preciosos bellamente trabajados, y constituían un objeto de  lujo, llegando después a un refinamiento mayor, perfumándolo.

A finales del siglo XVI penetra en Alemania, pero su uso estaba prohibido terminantemente a las gestes del pueblo.

La historia del pañuelo continúa, a través de los siglos, como obra de arte en la lencería, completando el atuendo de aquellos privilegiados que podían adquirirlos. No fue hasta el siglo XVII que empezó a utilizarse como un lenitivo para la coriza. Y los enamorados lo guardaban como prenda de amor.


 LAS HABANERAS Y SUS PAÑUELOS DE FINO ENCAJE


La elegancia de una mujer en La Habana colonial se complementaba con el pañuelo que llevaba en su mano o que asomaba graciosamente de su bolso, con encaje de bolillo como remate. Otros primorosamente bordados y con delicadas incrustaciones o con una filigrana, a base de dobladillo de ojo.

Dejar caer el pañuelo era un recurso femenino para que el galán lo recogiera y se iniciara el primer capítulo de una historia amorosa. Durante el siglo XIX se agitaban los pañuelos desde los balcones habaneros como colofón a una conversación o para agradecer una hermosa serenata a la luz de la luna.

Poco a poco, se iniciaron determinados gestos con el pañuelo que fueron conformando un lenguaje tan complejo como aquellos de la sombrilla y el abanico. Se estableció una especie de código de enamorados y dejó de ser un inocente adorno del atuendo femenino, que encontró respuesta en el que asomaba inmaculado por el bolsillo de la chaqueta del joven caballero.

A grandes rasgos en la actualidad podemos hablar de dos tipos de pañuelos, los pañuelos de cuello y los pañuelos de mano o también llamados de bolsillo o de bolso; el primero como indica su nombre se usa como ornamento y protección del cuello, y su tamaño lógicamente es mayor al de los pañuelos de mano, los más cotizados son los estampados en tejidos como la seda natural; en cuanto a los clásicos, es decir los de mano, existen muchas variedades, tantas como en los tejidos que se puedan elaborar.

Los pañuelos de mano o bolsillo más prácticos (por su uso) son los realizados en tejidos tupidos, como el algodón, lino, batista y algunos en seda natural, todos estos van rematados al filo con un dobladillo, denominado rulo (o rule) que puede ser a máquina o a mano los mas cotizados.

En cuanto su a su ornamentación puede ir bordada (a mano o a máquina), con múltiples diseños decorativos (florales, geométricos, iniciales, calendario...) , pudiendo estar también todos estos elementos  estampados en el mismo tejido; los más famosos de estos pañuelos estampados son los Suizos, no sólo por su fina batista sino por sus originales diseños.

Los pañuelos de mano, usados más como prenda decorativa,  suelen estar elaborados en diferentes encajes como: bolillo, guipure, tul o blonda,chantilly, valencien, alençon...  pudiendo combinar estos finos encajes con batista, algodón e incluso algunos mezclar un pequeño detalle  bordado. 

Era a base de frases y estaba muy en boga a principios del siglo XIX. Cuando la dama lo pasaba por la oreja derecha, significaba: eres muy infiel. Pero si efectuaba esa operación sobre la oreja izquierda, quería decir: tengo un billete para ti. ¿Y qué ocurría cuando lo pasaba por encima de ambos ojos?... Entonces, lo acusaba de ser muy cruel Pero si realizaba ese gesto con el pañuelo doblado, la situación era totalmente diferente y expresaba: deseo hablar contigo.

Cuando la dama o el caballero lo doblaba por las puntas opuestas, estaba indicándole a su impaciente interlocutor que le esperara. Si retorcía el pañuelo con las dos manos, denotaba indiferencia. Si lo retorcía solamente con la derecha, decía nada menos que amaba a otro. Pero si ella realizaba esta operación con la mano izquierda, lo estaba mandando a paseo, pues no quería saber nada de él.

Cuando la joven anudaba el pañuelo al dedo índice, manifestaba gráficamente que estaba comprometida; si realizaba este gesto sobre el dedo anular, la situación era gravísima: estaba casada. Pero si el nudo abarcaba toda la mano, el galán no debía preocuparse, pues significaba: !Soy tuya! Y cuando las manos femeninas jugueteaban con el pañuelo, expresaban desprecio.

A comienzos del siglo XIX, el pañuelo continuó sirviendo de intermediario a los enamorados. 

Pero lentamente fueron dejándose de emplear sus códigos y quedó de nuevo relegado como un objeto utilitario y un lindo adorno de carterita de noche que lleva todavía, hoy en día, algo muy parecido a un mensaje amoroso, imbuido del perfume de mujer.

A partir de entonces, se produjeron íntimos coloquios de ventana a ventana, de palco a palco del teatro. Y hasta oportunidades hubo de utilizar ese curioso lenguaje en los salones palaciegos, en medio de bailes y fiestas. Hasta en las retretas de Armas, el pañuelo supo decir la frase oportuna que alentara a un enamorado o que pusiera punto final a sus ilusiones.

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Publicado en: El Pañuelo

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